miércoles, 29 de junio de 2011

Aún no se llena la luna (primer cuento seleccionado)



La enfermera la miró con fijación y entonces le dijo: ¡No le puedo hacer la citología!!
Puedo provocarle un aborto porque como usted tiene un atraso.


La mujer: Ah, ya…
La enfermera: Vuelva ocho días después de que su periodo le haya llegado…
La mujer (mentalmente): No, provóquelo!!!!
La mujer dice (entre dientes): Bueno…

Ella salió como alma que lleva el diablo…que lleva un hijo…Había perdido dos horas esperando el turno en la pálida sala de la EPS donde había toda clase de mujeres, encopetadas, ejecutivas, amas de casa, desdichadas, en la vejez y preñadas.


La mujer llegó a su casa a contar en el calendario los días…y sí, sí, sí…eran casi 10 días de atraso…No se alarmó, en principio. Empezó a tratar de acordarse los días en que había tenido relaciones sexuales con el hombre más desconocido del planeta…y que va!… No se pudo acordar la fecha en que lo vio sólo la extrañeza de sentir ese cuerpo tan nuevo y el suyo tan ajeno. La mujer solo tenía eso claro: no podía ni quería tener un hijo.

Durante dos días siguientes, no hizo otra cosa que mirar cómo se hace un aborto, cuáles son sus consecuencias…dónde se hace, cuánto vale. Entró en pánico, ahora sí. Se empezó a acordar de las personas que sabía ya han pasado por eso… Se dijo: ¿Las llamo? No, quería esperar hasta el último momento, hasta que no lo tuviera confirmado.

Justo cuando la mujer había decidido abandonar el método de anticoncepción hormonal, en un acto de valentía, cree ella, para liberarse de la rutina diaria de bloquear su cerebro y engañarlo tomando una pastilla diaria a las diez de la noche, justo antes de acostarse, como si fuera un castigo. Quizás no tenía muchas esperanzas de que fuera tan sólo un atraso pero seguía esperando que bajara la sangre…

La mujer se paseaba por el jardín de los pensamientos….¿Y a quién le cuento? ¿Hay que contarlo? ¿Quién lo ayuda a uno en estos momentos? ¿Las amigas, la mamá, la internet?
¿Quién le dice la verdad a uno de un aborto, de sus consecuencias no sólo físicas sino sicológicas? En fin…se paseaba todos los días por ese jardín y con incredulidad se miraba su panza…. Quizás ella no había pensado que era fértil pues nunca antes había quedado embarazada y en su familia no todas fueron fértiles.

Pasaron tres días más…tenía que contárselo al hombre desconocido…tenía que
contárselo a alguien… no podía seguir sola con la incertidumbre…no era justo, se decía para sus adentros ¿sí o qué? También tiene algo de él…Pero cómo se lo diría? Con el tono de voz circunstancial…Tengo que contarte algo, debería decir…Bueno? Malo?
Tengo qué? Algo?

Y entonces así le dijo: Tengo algo que contarte…. Llegado el momento, empezó a reír sin parar…con esa risa nerviosa que suele darnos cuando estamos en aprietos…
…jajajajajajja…decía ella: no puedo, no puedo…. Tengo un nudo en la garganta…jajajajaaaaaaa….acá no puedo… Estaban en plena la calle, al lado de un semáforo… No era ese un lugar chévere para decirle al hombre desconocido que sospechaba que estaba preñada. Así que le pidió que entráran a su oficina, pasaron como 10 minutos y ella no podía hablar, ahora se quedó muda.

Él…Dígame, ah?….
Mientras salía una bocanada de aire con olor a PielRoja.
Se sentó en la punta del asiento y le dijo: Tengo un atraso
Él: Qué? (como si no hubiera oído pero oyendo)
La mujer: Que tengo un atraso
Él: Cómo así? (como quien no se lo cree)
La mujer: Sí…así….!!!!!

Él siguió fumando, casi como si ella no existiera.
Ella se echó hacia atrás en la silla… no dejó de mirar la mirada perdida del hombre aún desconocido.

Luego de tres plones, ella le volvió a hablar: Mirá, pues estaba esperando que pasara más tiempo pero como te vas de viaje, entonces no quería tener que decírtelo por teléfono en caso de que sí. Por eso te lo estoy contando ahora…yo estoy esperando que no… Te lo tenía que contar antes de que te fueras…. ¿Me entendés?

Él (en tono confuso): Claro…pero si yo nooo…no me vine adentro…¿en qué
momento?…
Ella (mentalmente): ¿Quíen dijo que ese método es confiable? Además, no estoy
planificando con pastas! Ni usamos condón…en fiiiiiin!!!!!
A lo que la mujer respondió: Pues….es que fue irresponsable de nuestra parte…fuimos irresponsables… ¿Te la pillás?
Él (en su contrariedad): Apenas nos conocemos hace un mes…
El cigarro se consumía en cada aspirada pero parecía no tener fin. Él se echó para atrásen la silla también.
Él: la cosa entre nosotros está muy fresca, ¿no? Tan rápido que ha sido todo….
Entonces se tomo la cabeza y se la rascó.
Prosiguió diciendo: No sé, no sé….y vos que querés? ¿qué pensas?
La mujer (mentalmente): ¿Nosotros, querrás decir?
Ella: Uhmmmm….pues yo no quiero un hijo ahora!
Él: ufff….es que eso es complicado sicológicamente…no estoy de acuerdo con el
aborto…¿vos estás segura?…
….silencio prolongado después…
Ella: …..como así? ¿qué querés decir?
Él: no pues no me gustaría…ufff….es que eso luego es complicado…cargar con
eso…..pero yo te apoyo en lo que decidas…
Ella: en lo que decidamos, querrás decir?
Le tomó la mano. Ella tomó la suya. El cigarrillo se había acabado por fin.
La jovencita: ¿Hasta el viernes?…
Era miércoles y él se iba el jueves.
Él: Bueno, esperemos… Lo único que sé es que vos me llegaste al corazón y lo haremosjuntos, sea lo que sea.

La mujer (mentalmente): Es lo mínimo que puedes hacer…así sea mi decisión pero es mi cuerpo, es mi salud, es todo y nada a la vez.

En la noche de ese miércoles, casi como una despedida pasaron la noche juntos. Pensaba la jovencita en que era la primera vez que estaría preñada y la primera vez que abortaría.


Amaneció. La mujer seguía mirando su panza incrédula. Quería sentir cólico. Quería tener el genio alborotado. Quería estar sensible. Quería ir a comprar las toallas y cambiarse cada tanto. Quería sentir ese olor. Quería ver la sangre.

El jueves pasó sin novedad. La mujer trabajaba al ciento para ocupar su mente y dejar de pasear por el jardín de los pensamientos. Era la incertidumbre. Esa noche se encontró con una amiga embarazada y le acarició su enorme panza, tan tiebiecita, tan dura, tan real.

Justo cuando la tocó hizo como un corto circuito y quitó la mano de inmediato…5
meses? Es niña? Ah… ¿Y como se va a llamar?….Bla, bla, bla…
Era viernes ya y él lamó a primera hora pero no le preguntó nada, sólo llamó. La saludó.
La mujer tampoco dijo nada, no tenía respuesta. Lo saludó.
Después de esa llamada resolvió ir a comprar el test de embarazo…ya tocaba, se decía para sus adentros. Llegó a la droguería… Había mucha gente, se demorarían en atenderla…
Tuvo pánico escénico y entonces salió de ahí.

Llegó el sábado. Hablaron otra vez por teléfono…¿y…. Qué? Ella respondió…
Nada…Será a vos el primero que le cuente…


Llegó el domingo y se levantó con la valentía para ir a comprar el test. Hizo su rutina diaria de ir al baño a su primera micción y descubrió que su calzón estaba con un lunar de sangre. Nunca pensó ver su sangre tan brillante, tan bonita, tan digna. Oyó entonces el coro celestial: Aleluya! Aleluya! Aleluya! Aleluya! Aleluya!
Aleeeeeeeeeluuuuuuuuuuuyaaaaaaaaa!

Con la sangre ahí, ante ella, descansó. Nunca antes en su existencia había celebrado la llegada de su menstruación, siempre le había causado jartera el dolor bajito y desatinar en la elección de una toalla higiénica que se amoldara entre sus muslos.


Celebraba…pero de repente se preguntó entonces cuando sabría de su fertilidad. Empezó a dudar de su deseo de no haber sido aún fecundada….de no tener la luna llena. ¿Y si no fuera fértil? Se preguntó.

Por Gerylee Polanco Uribe
Cali, Colombia, Suramérica
Mayo 19 de 2011






LUNA (segundo cuento seleccionado)


Las abuelas cuentan que ese tiempo era así. De leyendas y encantos, de mujeres que honraban sus energías y rezaban por el poder de la Madre en sus cuerpos, en su sangre, como principal medicina. Esta es una de esas historias.



Yanay paseaba por el bosque una bella tarde de primavera, plena de juventud. Sus largos cabellos y sus caderas parecían bailar con el viento. Vió un árbol casi purpura y decidió ir a él. Estaba en luna.


En su mente aparecían las imágenes de sus encuentros con su abuela quien, amorosamente, le transmitió el conocimiento ritual de aquel momento sagrado. Sintió la urgencia de la descarga y el movimiento de su útero. Se acuclilló pidiendo permiso y como una ola que llega a la costa con toda intensidad desde las profundidades, en ese instante, sembró la luna. Aliviada en esa comunión de gratitud con la tierra, oyó una voz:
-¿Qué estás haciendo en mi árbol? Era una bruja. Parecía que ningún espíritu femenino la hubiera habitado. Su rostro era el espejo del odio. Sin dejarla responder, le dijo enfurecida: -Niña irrespetuosa, por tu ofensa te aseguro que no encontrarás esposo. ¡Porque él odiará la sangre de tu vientre! Y desapareció dejando al entonces bello árbol convertido en un tronco seco.



Yanay regresó a su casa y guardó esa aparición como un mal recuerdo. Cada luna continuaba con las enseñanzas de su abuela. En esos días cantaba, pintaba, escribía y rezaba con la fuerza de su matriz. Sentía que una nueva energía vital se despertaba en ella, la habitaba en el fluir de las estaciones.



Un día llegó un cazador del lugar a pedir su mano y se fue a vivir con un él. La joven realizaba las tareas del hogar con dedicación. Pero llegaba su luna y a pesar de los rezos de tabaco y sus plegarias, una sombra cubría a la pareja. El supuesto marido se quejaba que en esos días “lo mataba de hambre”, “no trapeaba los pisos” y que sentía náuseas de su sangre. Los pretendientes, uno tras otro, la devolvían a casa de sus padres. La muchacha recordó el conjuro de la bruja y lloró en soledad.


Se preguntó si acaso no estaba enferma y debiera ocultar aquel líquido que cada mes le recordaba su maldición. Sintió la voz de su abuela que le decía: -“Confía en tu vientre, alínealo con la Madre Tierra”.
Y se decidió a explorar aún más en las profundidades de su ser. En las noches de luna llena, con las energías de la madre se dio baños de luna, cantó frente al fuego a las Abuelas de las Siete Direcciones, sintió aromas y voces de otros tiempos, danzó con espíritus protectores que la abrazaban, tejió su historia.


Así llegó un alfarero a pedir su mano. Se mudó a su casa y comenzó la prueba. Llegó también su luna y la joven se fue a su retiro. Al día siguiente regresó a casa con miedo al rechazo que siempre había sentido. Temerosa, abrió la puerta. Como si se tratara de un sueño encontró la mesa servida, con flores y una olla humeante con la cena a punto. Su marido le sonreía mientras la invitaba a sentarse. Se reconocieron en un abrazo.



Yanay pudo entender el error de la bruja, ella le dijo que nunca encontraría un esposo, pero no a un hombre que la amara, más allá de la luna. Y así fue que un día, cuentan las abuelas, juntos compartieron un tabaco y sembraron la luna.


Lloró lágrimas de alegría al recordar que su luna era parte de la memoria del origen de la vida. Un día llevaría, como regalo, dos corazones en su cuerpo.
Así nació su primera hija. Se llamó Sofía en honor a su abuela, para así agradecer la sabiduría, el poder y el misterio que contiene una gota de sangre.




Maria Carolina Neri
Argentina

Mayo 19


ilustración: Yvett Marie Apsit

domingo, 13 de marzo de 2011

cuento de luna (fuera de concurso)

O fue Micaela


El hecho es que en una semana hizo el trabajo. Apenas me la entregó Anita, la traje a la casa, la hice entrar al cuarto y la puse en mi lado de la cama. La miré toda ella tan matrona con su faldón que huele a papa y a coca, con sus trenzas peruanitas y el niñito enchumbado en sus brazos, y le dije:

- ¡A ver mamacita: yo sé que usted tiene poderes, porque si acunó a la Ana cuando ella desfallecía acunando a su hijo, pues entonces despierte a mi luna y se puede quedar viviendo en esta parte de la casa!

La dejé ahí, bajo condición… ¡Y mi luna llegó hoy, con el rugido del viento de las seis de la tarde, en creciente y rojita rojita! ¡Después de un año y tres meses de ausente, justo un mes antes de cumplir los treinta y seis! ¡Ayóóóóóóóóóóóó!

Hace un año a mediados de abril fue mi última quimioterapia. Me sentía como una sexagenaria: además de las afecciones del cuerpo “etérico” (¿Alguien salió invicto de mis tor-pedos?), lo que más me dolía eran los huesos. Y el ruido que hacía el dolor me hizo tomar conciencia de mis vértebras. Mantenerme erguida era un duelo entre mi columna y la gravedad, entre mi columna y el viento. Mis rodillas, mis pantorrillas y hasta el peroné (¿alguien sabe dónde queda el peroné?) al doblarlos me crujían. Y de repente toda esa estructura desencajada era sacudida por un fogonazo que subía hasta la coronilla con toda la fuerza de la kundalini: ¡Me sentía como la mismísima madre tierra sudando a mares con el acelere del efecto invernadero! ¡Claro! ¡La madrecita está menopáusica!... Y yo también…

Así que visité a una ginecóloga de mi E.P.S. Miró mis exámenes y me confirmó mis sospechas. Luego me advirtió:

- La mayoría de las mujeres que se someten a la quimioterapia quedan menopáusicas, así que es mejor que tome calcio y una terapia de reemplazo hormonal.

Y me explicó de qué se trataba, advirtiéndome también de la posibilidad de adquirir así una gastritis y un cáncer de seno o de útero. Le pregunté qué pasaría de no tomarla. Me respondió con dejo de sabedora:

- En un año estará demasiado viejita, con osteoporosis, resequedad de la piel en general y de la vagina en particular, lo cual la hará más propensa a infecciones y además quedará sin apetito sexual.

¡Qué horror! ¡Frágil, famélica y frígida! ¡No pude encontrar un oráculo peor! Salí corriendo de ahí. De algo estaba segura: no me arriesgaría a exacerbar mi fuego digestivo ni a tener un nuevo cáncer. “Está bien, me mandaron a hacer el postgrado sin haber hecho el pregrado, pues qué le vamos a hacer. ¡Bienvenida a la estación de la Sabia!”.

Y sin embargo, seguí investigando. Me fui donde mi ángel bioenergético:

- ¿…Que pa los huesos? Comé todo lo que tenga color y parezca de hueso: avena, semillas de girasol y de ajonjolí, almendras y nueces…Volvete vegetariana y granívora. Empezá otra vez a trotar. Levanta pesitas… Y bendecí el sol.
Y mientras, íbamos activando la memoria de mi médula ósea con la osteopatía.

Luego fui donde otro ginecólogo, esta vez hombre y holístico. Y empezamos a activar la memoria de mis ovarios con terapia neural.

- No te sigás tomando el purinethol ni el matatrexate, me sugirió (dos fármacos para matar las células, tanto las malas como las buenas).

“¿Y qué pasa si las suspendo?”, me preguntaba yo, pues cada vez que reclamaba a mi oncólogo que no me bombardeara con eso, me advertía:

- Si usted piensa en no tomárselas, recuerde no más el estado en que llegó aquí.

Y sin embargo, de seguir recibiéndolas, debía asumir el riesgo de desarrollar cualquier otro tipo de cáncer. ¿Y cómo quitarme ese barullo de mis pensamientos? Así que tenía dos opciones: me las tomaba con el decreto claro en mi mente de que el fármaco iría sólo a la parte de mi cuerpo que debía ir. O no me las tomaba, con la convicción en mi corazón de que el elemental de mi cuerpo recuperaría su memoria primigenia. Y opté por no entregarle mi poder a nadie y dejar de tenerle miedo al miedo. Las suspendí. Quizás de no haberlo hecho mis ovarios no habrían vuelto a saludarme hoy para avisarme que mi luna y la de Yami se habían sincronizado otra vez. Y lo hicieron con las mismas punzaditas que hace 24 años, cuando teníamos 11 y me dije: “¡Quiero que a Yami también le llegue Pacho para vivirlo juntas!”- Y a la semana celebramos su luna también. “Yami… otra vez me llegó primero a mí”.

Así que no sé si fue Micaela…Porque también pudo haber sido el rezo de Yami todas las veces que durante este año ha sembrado su luna. O el preparado de aceite de geranio que me hizo la bruja Buva. O las palabras sabias de Claudia mientras estimulaba mis órganos de agua y el canal de mi bazo. O los temascales. O el haber trasplantado a la tierra el tulipán al que ofrendo mi sangre. O los masajes de Puka en mis pies…. O toda esta mandala lunar que ha revivido la madera de mis huesos, avivado mi fuego y mis aguas más profundas.

El hecho es que Micaela ya se quedó a vivir en esta parte de la casa, en mi lado de la cama, por lo menos hasta que yo de verdad entre en la morada de la Sabia.


Por Liliana Hurtado Scarpetta
miembra del grupo Killawasi.