Puedo provocarle un aborto porque como usted tiene un atraso.
La enfermera: Vuelva ocho días después de que su periodo le haya llegado…
La mujer (mentalmente): No, provóquelo!!!!
La mujer dice (entre dientes): Bueno…
Durante dos días siguientes, no hizo otra cosa que mirar cómo se hace un aborto, cuáles son sus consecuencias…dónde se hace, cuánto vale. Entró en pánico, ahora sí. Se empezó a acordar de las personas que sabía ya han pasado por eso… Se dijo: ¿Las llamo? No, quería esperar hasta el último momento, hasta que no lo tuviera confirmado.
Justo cuando la mujer había decidido abandonar el método de anticoncepción hormonal, en un acto de valentía, cree ella, para liberarse de la rutina diaria de bloquear su cerebro y engañarlo tomando una pastilla diaria a las diez de la noche, justo antes de acostarse, como si fuera un castigo. Quizás no tenía muchas esperanzas de que fuera tan sólo un atraso pero seguía esperando que bajara la sangre…
La mujer se paseaba por el jardín de los pensamientos….¿Y a quién le cuento? ¿Hay que contarlo? ¿Quién lo ayuda a uno en estos momentos? ¿Las amigas, la mamá, la internet?
¿Quién le dice la verdad a uno de un aborto, de sus consecuencias no sólo físicas sino sicológicas? En fin…se paseaba todos los días por ese jardín y con incredulidad se miraba su panza…. Quizás ella no había pensado que era fértil pues nunca antes había quedado embarazada y en su familia no todas fueron fértiles.
Pasaron tres días más…tenía que contárselo al hombre desconocido…tenía que
contárselo a alguien… no podía seguir sola con la incertidumbre…no era justo, se decía para sus adentros ¿sí o qué? También tiene algo de él…Pero cómo se lo diría? Con el tono de voz circunstancial…Tengo que contarte algo, debería decir…Bueno? Malo?
Tengo qué? Algo?
…jajajajajajja…decía ella: no puedo, no puedo…. Tengo un nudo en la garganta…jajajajaaaaaaa….acá no puedo… Estaban en plena la calle, al lado de un semáforo… No era ese un lugar chévere para decirle al hombre desconocido que sospechaba que estaba preñada. Así que le pidió que entráran a su oficina, pasaron como 10 minutos y ella no podía hablar, ahora se quedó muda.
Él…Dígame, ah?….
Mientras salía una bocanada de aire con olor a PielRoja.
Se sentó en la punta del asiento y le dijo: Tengo un atraso
Él: Qué? (como si no hubiera oído pero oyendo)
La mujer: Que tengo un atraso
Él: Cómo así? (como quien no se lo cree)
La mujer: Sí…así….!!!!!
Él siguió fumando, casi como si ella no existiera.
Ella se echó hacia atrás en la silla… no dejó de mirar la mirada perdida del hombre aún desconocido.
Luego de tres plones, ella le volvió a hablar: Mirá, pues estaba esperando que pasara más tiempo pero como te vas de viaje, entonces no quería tener que decírtelo por teléfono en caso de que sí. Por eso te lo estoy contando ahora…yo estoy esperando que no… Te lo tenía que contar antes de que te fueras…. ¿Me entendés?
Él (en tono confuso): Claro…pero si yo nooo…no me vine adentro…¿en qué
momento?…
Ella (mentalmente): ¿Quíen dijo que ese método es confiable? Además, no estoy
planificando con pastas! Ni usamos condón…en fiiiiiin!!!!!
A lo que la mujer respondió: Pues….es que fue irresponsable de nuestra parte…fuimos irresponsables… ¿Te la pillás?
Él (en su contrariedad): Apenas nos conocemos hace un mes…
El cigarro se consumía en cada aspirada pero parecía no tener fin. Él se echó para atrásen la silla también.
Él: la cosa entre nosotros está muy fresca, ¿no? Tan rápido que ha sido todo….
Entonces se tomo la cabeza y se la rascó.
Prosiguió diciendo: No sé, no sé….y vos que querés? ¿qué pensas?
La mujer (mentalmente): ¿Nosotros, querrás decir?
Ella: Uhmmmm….pues yo no quiero un hijo ahora!
Él: ufff….es que eso es complicado sicológicamente…no estoy de acuerdo con el
aborto…¿vos estás segura?…
….silencio prolongado después…
Ella: …..como así? ¿qué querés decir?
Él: no pues no me gustaría…ufff….es que eso luego es complicado…cargar con
eso…..pero yo te apoyo en lo que decidas…
Ella: en lo que decidamos, querrás decir?
Le tomó la mano. Ella tomó la suya. El cigarrillo se había acabado por fin.
La jovencita: ¿Hasta el viernes?…
Era miércoles y él se iba el jueves.
Él: Bueno, esperemos… Lo único que sé es que vos me llegaste al corazón y lo haremosjuntos, sea lo que sea.
La mujer (mentalmente): Es lo mínimo que puedes hacer…así sea mi decisión pero es mi cuerpo, es mi salud, es todo y nada a la vez.
En la noche de ese miércoles, casi como una despedida pasaron la noche juntos. Pensaba la jovencita en que era la primera vez que estaría preñada y la primera vez que abortaría.
El jueves pasó sin novedad. La mujer trabajaba al ciento para ocupar su mente y dejar de pasear por el jardín de los pensamientos. Era la incertidumbre. Esa noche se encontró con una amiga embarazada y le acarició su enorme panza, tan tiebiecita, tan dura, tan real.
Justo cuando la tocó hizo como un corto circuito y quitó la mano de inmediato…5
meses? Es niña? Ah… ¿Y como se va a llamar?….Bla, bla, bla…
Era viernes ya y él lamó a primera hora pero no le preguntó nada, sólo llamó. La saludó.
La mujer tampoco dijo nada, no tenía respuesta. Lo saludó.
Después de esa llamada resolvió ir a comprar el test de embarazo…ya tocaba, se decía para sus adentros. Llegó a la droguería… Había mucha gente, se demorarían en atenderla…
Tuvo pánico escénico y entonces salió de ahí.
Llegó el sábado. Hablaron otra vez por teléfono…¿y…. Qué? Ella respondió…
Nada…Será a vos el primero que le cuente…
Aleeeeeeeeeluuuuuuuuuuuyaaaaaaaaa!
Por Gerylee Polanco Uribe
Cali, Colombia, Suramérica
Mayo 19 de 2011
Las abuelas cuentan que ese tiempo era así. De leyendas y encantos, de mujeres que honraban sus energías y rezaban por el poder de la Madre en sus cuerpos, en su sangre, como principal medicina. Esta es una de esas historias.
Yanay paseaba por el bosque una bella tarde de primavera, plena de juventud. Sus largos cabellos y sus caderas parecían bailar con el viento. Vió un árbol casi purpura y decidió ir a él. Estaba en luna.
En su mente aparecían las imágenes de sus encuentros con su abuela quien, amorosamente, le transmitió el conocimiento ritual de aquel momento sagrado. Sintió la urgencia de la descarga y el movimiento de su útero. Se acuclilló pidiendo permiso y como una ola que llega a la costa con toda intensidad desde las profundidades, en ese instante, sembró la luna. Aliviada en esa comunión de gratitud con la tierra, oyó una voz:
-¿Qué estás haciendo en mi árbol? Era una bruja. Parecía que ningún espíritu femenino la hubiera habitado. Su rostro era el espejo del odio. Sin dejarla responder, le dijo enfurecida: -Niña irrespetuosa, por tu ofensa te aseguro que no encontrarás esposo. ¡Porque él odiará la sangre de tu vientre! Y desapareció dejando al entonces bello árbol convertido en un tronco seco.
Yanay regresó a su casa y guardó esa aparición como un mal recuerdo. Cada luna continuaba con las enseñanzas de su abuela. En esos días cantaba, pintaba, escribía y rezaba con la fuerza de su matriz. Sentía que una nueva energía vital se despertaba en ella, la habitaba en el fluir de las estaciones.
Un día llegó un cazador del lugar a pedir su mano y se fue a vivir con un él. La joven realizaba las tareas del hogar con dedicación. Pero llegaba su luna y a pesar de los rezos de tabaco y sus plegarias, una sombra cubría a la pareja. El supuesto marido se quejaba que en esos días “lo mataba de hambre”, “no trapeaba los pisos” y que sentía náuseas de su sangre. Los pretendientes, uno tras otro, la devolvían a casa de sus padres. La muchacha recordó el conjuro de la bruja y lloró en soledad.
Se preguntó si acaso no estaba enferma y debiera ocultar aquel líquido que cada mes le recordaba su maldición. Sintió la voz de su abuela que le decía: -“Confía en tu vientre, alínealo con la Madre Tierra”.
Y se decidió a explorar aún más en las profundidades de su ser. En las noches de luna llena, con las energías de la madre se dio baños de luna, cantó frente al fuego a las Abuelas de las Siete Direcciones, sintió aromas y voces de otros tiempos, danzó con espíritus protectores que la abrazaban, tejió su historia.
Así llegó un alfarero a pedir su mano. Se mudó a su casa y comenzó la prueba. Llegó también su luna y la joven se fue a su retiro. Al día siguiente regresó a casa con miedo al rechazo que siempre había sentido. Temerosa, abrió la puerta. Como si se tratara de un sueño encontró la mesa servida, con flores y una olla humeante con la cena a punto. Su marido le sonreía mientras la invitaba a sentarse. Se reconocieron en un abrazo.
Yanay pudo entender el error de la bruja, ella le dijo que nunca encontraría un esposo, pero no a un hombre que la amara, más allá de la luna. Y así fue que un día, cuentan las abuelas, juntos compartieron un tabaco y sembraron la luna.
Lloró lágrimas de alegría al recordar que su luna era parte de la memoria del origen de la vida. Un día llevaría, como regalo, dos corazones en su cuerpo.
Así nació su primera hija. Se llamó Sofía en honor a su abuela, para así agradecer la sabiduría, el poder y el misterio que contiene una gota de sangre.
Maria Carolina Neri
Argentina
Mayo 19
ilustración: Yvett Marie Apsit